Contabilizar
A partir del siglo XVI, tras del descubrimiento de América, el Mundo se fue uniendo con el crecimiento de la navegación marítima y el pilotaje a partir del siglo XVIII, gracias en buena medida a los cálculos más precisos en el posicionamiento (surveying) que permitieron los logaritmos a partir del XVII, y la edición, publicación y actualización continua de libros con tablas de logaritmos por parte de matemáticos notables.
El crecimiento de la población, de la industria y del comercio también generó la necesidad de contar, de calcular y de registrar todas las actividades implicadas (nacimientos, fallecimientos, compras, ventas, cobros, pagos, impuestos,…). Todo ello, en unidades y en valor económico, debía mantenerse en los llamados libros de contabilidad, que se iniciaron en la administración imperial española del siglo XVI. Así nació y luego evolucionó la contabilidad, también llamada teneduría de libros (book keeping), para lo que se precisó de la ayuda de máquinas de calcular y de contabilizar especializadas (accounting machines) y lo más eficientes que fuera posible.
Calculadoras como las de la empresa TIM, de Time-Is-Money (IV-1), basadas en el cilindro de Leibniz, cuyo tamaño sólo pudo reducirse con nuevas invenciones. Como lo fue la rueda de dentición variable, inventada a la vez por Baldwin en USA y por Odhner en Europa (IV-3), o el Comptometer de actuación simultánea, de Felt-Tarrant, todo un éxito comercial (IV-5).
Además de calcular, las empresas y las administraciones querían registrar y codificar sus datos, clasificarlos, analizarlos y tabularlos, y necesitaban realizar estas acciones de la manera más eficiente posible. Así que se necesitaron nuevos inventos, esta vez inspirados en otro invento del principio de la Revolución Industrial, el telar de Jacquard, cuyo movimiento estaba programado mediante una secuencia de tarjetas perforadas (IV-2-4). En ello se inspiró Charles Babbage para diseñar las entradas de su Máquina Analítica, primer antecedente mecánico de los actuales ordenadores, y que Ada Lovelace imaginó cómo programar.
Medio siglo después Hermann Hollerith inventó a finales del XIX su sistema de contabilización para el censo norteamericano de 1890 mediante tarjetas perforadas (IV-2), y revolucionó las estadísticas públicas iniciando así la era del proceso de datos. A partir de su iniciativa se acabó fundando la empresa IBM, que rápidamente creció con sus equipos de proceso de datos y acabó liderando durante décadas la informática empresarial.
En medio de la racionalización y de la búsqueda de la eficiencia empresarial, el Taylorismo imperante en las empresas industriales de principios del XX buscó formas y mecanismos para medir y controlar también los tiempos dedicados a todas las operaciones, para lo que se desarrollaron relojes-computus para medir y registrar duraciones y para sincronizar tareas (IV-4).
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